31 diciembre, 2006

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22 junio, 2006

Brindis a la Montaña

Arístides Migueles Jáuregui*

Brindo por la hembra brava,
que es orgullo de esta tierra
por la inocencia que encierra
en su desnudez de esclava.

Por su majestuoso porte
y su blanquísimo pecho
su amor fatídico lecho
del tímido que la ignora
que en sus brazos gime y llora
y de angustia desespera.

Brindo por los placeres
del que sabe conquistarla,
del que sabe que de amarla
es morir cuando ella quiera.

Y es placer de los audaces
el gozarla en sus entrañas,
y es un amor que no daña
el deslizarse por sus flancos
o por su vientre blanco.

¡Brindo... por la montaña!


*Alumno del primer curso regular de montaña del año 1937

28 mayo, 2006

Relato de caracter espiritual

El montañero

Cuentan que un alpinista, apasionado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería toda la gloria solo para él, y por eso quiso subir sin ningún compañero. Empezó la ascensión, y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver casi nada. Todo era negro, y las nubes no dejaban ver la luna y las estrellas. Cuando estaba a solo unos pocos metros de la cima, resbaló y se deslizó a una velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida. Pensaba en la cercanía de la muerte, y rogó a Dios que le salvara. De repente, sintió un fuerte tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña. En ese momento de quietud, suspendido en el aire, gritó : "¡¡¡Ayúdame, Dios mío!!!" De pronto, una voz grave y profunda de los cielos le contestó: "¿Y qué quieres que haga?" El montañero contestó: "Sálvame, Dios mío". Y escuchó una nueva pregunta: "¿Realmente crees que yo te puedo salvar de ésta?" Y el hombre contestó: "Por supuesto, Señor". Y oyó de nuevo a la voz que le decía: "Pues entonces corta la cuerda que te sostiene...". Hubo un momento de silencio. El hombre se aferró más aún a la cuerda. Cuenta el equipo de rescate, que al día siguiente encontraron a un alpinista muerto, suspendido de un cuerta, con las manos fuertemente agarradas a ella... y a tan sólo un metro del suelo...